Una
de las condiciones que a lo largo de la vida me sigue resultando satisfactoria
es el poder tener algunos lugares donde “escapar” del ajetreo, ruido y stress de la ciudad. Lugares donde poder estar relajado,
entretenido y a la vez conmigo mismo., donde poder pensar sin bullicio o inclusive no pensar. Esto se puede llevar a cabo incluso estando
acompañado pero teniendo momentos personales en los cuales divagar sobre la
existencia, sobre lo humano y lo divino o sobre nada, donde simplemente contemplar el entorno, escuchar sus
sonidos, los susurros del viento, el trinar de pájaros o el motor de algún avión
que se antoja pasar sean tan o mas placenteros que otros instantes de la vida diaria.
La
montaña y el mar están dentro de mis lugares favoritos para esas escapadas. Desde
niño los he tenido cerca pues Caracas tiene el privilegio de tener a su
guardián natural: EL AVILA. Esa hermosa montaña a la cual he subido desde joven
gracias a excursiones con los Boys Scouts y también con excursiones que
organizaba mi mama a “Los Venados”,
un hermoso paraje de El Avila al que se llega mediante un serpenteante y
empinado ascenso en medio de una forndosa y alta vegetación. También solíamos subir en el teleférico hasta el Hotel
Humboldt. Con los años fui descubriendo otras rutas con las que compartía entrenamiento con
amigos corredores como son el cortafuegos
o el Pico Oriental. Este último destino se convirtió en uno de mis predilectos tanto por la dureza del camino como por el exquisito paisaje que se observa todo el camino, variando las especies a medida que se gana altura.
Un ascenso de unos 7,5 km con desnivel aproximado de 1.700 mt. Estar en la cima
de El Avila, sentado en la gran piedra, observando la Cruz de los Palmeros
mientras se divisa la ciudad abajo (si las nubes lo permiten) y/o
escuchando los sonidos del silencio es una sensación maravillosa, es un rato de
paz y tranquilidad de los que hay que disfrutar de vez en cuando. Al cuerpo y a
la mente le vienen de maravilla.
También
el siempre recordado y disfrutado Club Puerto Azul donde entre sus playas, sus
grandes espacios vegetales y su bulliciosa tranquilidad también he conseguido
esos momentos de serenidad y placidez.
En
la Isla de Margarita, donde viví por 11 años, tenía dos lugares muy
apreciados, uno era el Cerro El Morro, donde iba cuando necesitaba momentos de
quietud y silencio. Era una pequeña montaña desde la cual divisaba el mar
caribe si obstáculo alguno y sin bullicio ya que, para entonces, era parque
nacional. Posteriormente fue cambiada la zonificación con la consecuente invasión
urbanística y por ende sin poder ir a contemplar el mar desde ahí. Afortunadamente,
durante años viví en un apartamento con vista al mar.
El otro remanso de
tranquilidad, aderezada por la exigencia del camino hasta la cima, era el Cerro Copey, la
cota más elevada de la isla con 960 msnm donde, a diferencia del resto de la
isla, solía hacer fresca temperatura en su cumbre lo que nos obligaba a bajar
pronto a riesgo de resfriarnos. Es delicioso estar en un lugar donde hay poco o
ningún ruido estando muy cerca del bullicio citadino.
Durante
parte de 2011 y todo 2012 estuve en Bogotá, una ciudad que se me asemeja a
Caracas gracias a la montaña que la delimita y que, además de mostrar su
majestuosidad, sirve de punto de referencia y ubicación dentro de la ciudad. Como
no podía ser de otra manera, también busqué la manera de ir a sus montañas y
poder contemplar la ciudad desde lo alto. Con un grupo de personas con quienes
posteriormente hice entrenamientos periódicos comenzamos ascensos por los
aledaños de Bellavista (2600 msnm) hasta las antenas (3300 msnm), luego ir
hacia el peaje de La Calera (Patios) con altitud de 3100 msnm y finalmente
bajar de nuevo a la ciudad. En el punto de las antenas un clima maravilloso
rodeado de verde montaña y los sonidos del silencio, realmente mágico. En la
zona de Patios ya hay mucho bullicio pero, a cambio, un ambiente muy positivo
donde confluyen ciclistas y corredores para hacer parada y reponer energías.
También
presenta un ambiente relajante y renovador el Cerro Monserrate. Tuve la
oportunidad de ser invitado a subir de noche en la época navideña cuando decoran e iluminan la
zona. Ascenso en cable - riel (descenso en teleférico), caminar con el fresco de
la noche, escuchar la novena en la iglesia, tomar algo caliente para mitigar el
frio y contemplar esa gran ciudad iluminada es gratificante y reconfortante. Nuevamente la sensación de paz y sosiego cerca pero alejado de la bulliciosa ciudad.
En
la comunidad de Madrid también encontré, gracias a un grupo de senderistas, la
cumbre de La Maliciosa en la Sierra de Guadarrama. Sus 2227 msnm se observan
desde cualquier lugar de la comunidad de Madrid y solamente al aproximarse a
esta montaña se da uno cuenta de su imponente figura. En invierno es fiel
reflejo de la estación al mostrar sus cumbres cubiertas de blanca nieve que
esconde gran parte de su orografía. Lógicamente una cosa es subir allí en épocas
de Otoño – Invierno – Primavera y otra bien diferente en verano. Físicamente
exige bastante la ascensión. Independientemente de la estación, la estancia en
la cumbre tiene un alto valor para cuerpo y mente, gran recarga de energía y de
oxígeno mientras se observa el entorno a sus pies en ambiente silencioso y
refrescante.
Siempre es dificil transmitir en líneas escritas las sensaciones con las que regresaba (y sigo regresando) de cualquier de esos lugares. No es decir la trillada expresión de "vengo renovado", es saber que de cada paseo a esos y otros lugares regreso con satisfacción, estímulo, con algún nuevo aprendizaje, con alguna nueva historia o anécdota que compartir. Y eso, simplemente eso, ya es iindicativo de que las escapadas son productivas y necesarias. Asi que se las seguiré dando a mi organismo.
Y agradecer a cada persona que ha sido partícipe en el descubrir estos y otros lugares en los cuales llenar de serenidad y optimismo el espíritu.
Absolutamente de acuerdo, es vital re-encontrarse con uno en el silencio!!! A veces el silencio es la cosa mas importante que se puede escuchar. Gracias, un abrazo con y desde el corazón.
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