En este momento sí puedo
afirmar estar en la etapa 0 de una nueva aventura, es decir, la de los preparativos finales de esta andanza. Tras solventar diversas
complicaciones desde el día lunes, ya hace un rato ha quedado todo resuelto y tengo
casi todo listo. Inicialmente viajaba hoy jueves 22, pero
finalmente lo haré mañana viernes 23 de agosto.
La nueva aventura es el Camino
de Santiago en bicicleta. Sabido es que me gustan las aventuras, me gusta la
bici y disfruté ya en dos ocasiones de distintos senderos de ese camino. Sin
embargo, conjuntarlo todo y recorrer el camino en bici es todo un reto. Conocía la experiencia de amigos pero más recientemente por mi sobrina ya que hace unos años lo transitó desde León hasta
Santiago de Compostela.
Pero empecemos con las
anécdotas de los preparativos. En cuanto se me paseó la idea por la mente tuve
el dilema de la bici, ya que la mía es de carretera y se requiere de una
montañera. Entonces le pregunté a mi sobrina Carolina qué tal estaba la suya y me dijo que la
revisaría, pues estaba casi "arrumada" y con poco uso. Mientras
conversábamos me entero de que la bici perteneció a su primo Michel, con lo cual tiene
sus añitos la susodicha (mas de 20), además de que no tiene suspensión delantera,
amortiguación tan habitual en las bicis de montaña hoy día. Pero lo importante
es que es una bici, tiene dos ruedas, sus cambios y en un tamaño que se ajusta
al mío. El resto, la determinación, el esfuerzo y las piernas lo pondría yo.
Tras el detallazo de Carolina de traérmela
a casa en coche (incluidas las alforjas para el equipaje), procedí a revisarla y al día
siguiente salí en ella a ver qué tal me sentía. Menuda paliza: sin
amortiguación, toda la vibración de piedras y pedruscos, huecos, baches, etc.,
la reciben las manos y estas la transmiten a los brazos y el resto del cuerpo
sin nada que amortigüe. Pero entre pitos y flautas, 42 km resultaron bien para
las piernas. Tras buscarle solución a las vibraciones (forros de goma espuma en
el manubrio) y a las manos adoloridas (un segundo par de guantes con
protecciones de gel en puntos decisivos de la palma), seguí saliendo otros días
para continuar proceso de adaptación. Así, tras el fin de semana con dos
jornadas de 41 y 59 km, las sensaciones parecían ir mejorando.
Empiezo a darle un poco más de
forma al proyecto, llevo la bici a una revisión general y ajustes para tenerla
más a punto.
Paralelamente sigo las
averiguaciones de transportes hasta San Juan Pie de Puerto desde Madrid (tren y
bus). En este apartado comienzan las dudas y las incertidumbres. En bus se
puede transportar la bici, pero hay que medio desarmarla y meterla en fundas de
equipaje... Vamos, como si viajase en avión. En Renfe recientemente cambiaron
la normativa, y en la web también indican que hay que enfundarlas, o que hay
trenes donde NO se puede llevar una bici (AVE, Alvia y similares).
Afortunadamente, tengo mi funda viajera de bici, pero no deja de ser un
incordio el proceso de meterla dentro, cargarla y llevar también las alforjas,
tanto para ir a la estación de tren o autobús, o en los trasbordos. Pero lo más
complicado era pensar en que durante el camino, además de las mochilas,
herramientas, saco de dormir, etc. etc. etc., tendría que cargar con el
bolso de la funda porta bici que pesa 2,5 kg... Todo, porque para el regreso me
pasaría lo mismo.
El día martes empieza mal pero
se termina convirtiendo en un buen día. Por la mañana salgo en la bici a dar
una vuelta de verificación y tonificación pero a los 2,5 km... ¡plassssss!, se
parte la cadena de la bici. Afortunadamente, estaba en el comienzo del camino
montañoso entre Valdemoro y San Martin de la Vega. No queda otra que retornar
lo rodado caminando e irme directo a un taller-tienda de bicis. El dueño me
recibe y me indica que tiene otros trabajos por delante, que se la deje y él me
llamaría para decirme cuándo estaría lista. Además de cambiar la cadena, debía
verificar y ajustar los cambios. Sobre las 13:30 me llama porque hay un problema
con los cambios y los platos, y que antes de proceder tengo que ir a verla y
decidir qué hacer. Por la cabeza se me comienza a pasar la opción de que se cayera
el paseo, pero me voy caminando tranquilamente hasta el taller y una vez allí,
el hombre me explica el estado en que están unos dientes de los platos y los cambios
(un poco duros), pero que tampoco son algo imprescindible; que la bici (con
cadena nueva) puede perfectamente hacer el viaje. Total, es ella la que se
tiene que desgastar... jajaja. Así que bici acomodada y un asunto menos a
resolver.
A final de la tarde me encamino a la calle Carretas para buscar la credencial de peregrino, requisito indispensable
durante el camino. De allí hasta Atocha y me dirijo a la oficina de RENFE a
preguntar por el transporte de bicis (como quien no sabe nada). Efectivamente,
me hablan de la normativa vigente, de que el Alvia a Hendaia no permite bicis,
pero me asoman la opción del tren regional (Intercity) que, si bien demora más,
sí permite bicis a bordo, previo pago del ciclo pasaje de 3 euros. Buena
noticia esa. El tren llega a Irún, pero de Irún a Hendaia, según el informante, hay 5 minutos (o
cruzar el puente sobre el rio). En Hendaia, tren a Bayona y otro de Bayona a
San Juan Pie de Puerto. Finalmente ayer, 21, hice la reserva de tren a Irún y
esta mañana la he completado con el de Hendaia a Bayona. Haré noche en Bayona en casa de unos grandes amigos de mi madre y a la mañna siguiente, el sábado 24 tomaré el tren de Bayona a SJPDP e iniciar el camino el mismo día.
Veremos lo que me depara esta aventura.
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