viernes, 27 de septiembre de 2013

Camino de Santiago 2013 - Etapas 9 y 10


El mes de septiembre comienza con la novena etapa de este Camino, que me llevará desde Villafranca del Bierzo hasta Samos, unos 62 km aproximadamente. La noche anterior, tras pasear un poco por Villafranca y cenar, el cansancio me hizo dormir temprano. Por ello, una vez preparado todo para partir, aún tenía una visita pendiente allí. Durante la estancia en esta población en 2007 fuimos atendidos con gran amabilidad y gentileza por el dueño del restaurant "La Puerta del Perdón", quien a pesar de que ya había terminado su turno de comidas, fue muy solidario en vista de nuestro cansancio y espíritu peregrino, así que  se sentó a comer con nosotros (la comida la preparó su esposa), y logró hacer la velada aún más especial, lo que en aquella ocasión agradecimos de corazón. Esta siempre ha sido una de mis anécdotas favoritas porque, además, el pueblo es un lugar muy agradable para alojarse y quedarse tras una jornada del Camino, o también para parar si uno va de paso por la zona. 

Semanas atrás, sin plantearme siquiera la posibilidad de realizar este Camino 2013, había logrado entrar en contacto con Herminio, el dueño del restaurant en cuestión, quien, tal como nos comentó en su oportunidad, había consolidado su proyecto de tener también un alojamiento para peregrinos. Por eso, en la planificación de etapas, una parada sería en Villafranca del Bierzo y pasar a saludar en persona a estos amigos que, a su vez también son peregrinos. Es así como de camino de salida de Villafranca me detuve ante el hostal y toqué el timbre, y fue el mismo amigo Herminio quien abrió la puerta. Pude conversar con él un rato, recordamos la anécdota de 2007 y hablamos un poco de la actualidad local y del Camino, además de sentir esa energía especial y "buen rollo" de quienes viven a lo largo del trayecto. 

Y así, alrededor de las 09:00 horas, con los 16 o 17 grados de temperatura que hacía por la mañana, emprendo camino a una etapa en la que lo más importante sería la constancia. Villafranca del Bierzo está a unos 550 metros sobre el nivel del mar, y O Cebreiro está a prácticamente 1.300. Los primeros 17 km transcurren con pendiente más o menos uniforme, pero relativamente suaves en los cuales había ascendido unos 200 metros de desnivel. Una parada en Vega de Valcarce a tomar un café calentito con un croissant, y a seguir pedaleando, que venía la parte más dura del día. Comienzo la subida a O Cebreiro (por carretera) con un ritmito constante y disfrutando de un paisaje realmente hermoso, soleado, sin nubes y fresco. En el camino, junto a una fuente, veo al "team italiano", recargando sus bidones para proseguir. No me detuve porque quería mantener la cadencia de pedaleo y preparar las piernas para la parte más fuerte que aún estaba por llegar. Poco más adelante visualizo, en lo alto de la montaña, un pueblo de nombre Las Lamas y saludo a una de las chicas del "team italiano", que había continuado y a quien paso con el ritmito impuesto. Aclaro que el ritmo de ascenso era de entre 7 y 10 km/h. 
 
 
Sobre las 12:30 logro llegar a Piedrafita (a 1.100 metros sobre el nivel del mar), pueblo al que suelen llegar peregrinos en bus que luego suben a pie hasta O Cebreiro (4 km) e inician su camino desde allí. Pero los 4 km entre Piedrafita y O Cebreiro también son en una cuesta de intensa y constante pendiente, que con ese mismo ritmo que traía logro transitar en media hora más y cumplir uno de los objetivos del día habiendo dejado atrás los primeros 31 km de la jornada. 

 
Una parada para beber y comer algo también sirve de descanso, pues todavía hay que afrontar la subida al Alto do Poio (a 1.335 metros sobre el nivel del mar). Desde O Cebreiro se toma un descenso de unos 3 o 4 km, se pasa por el Alto de San Roque  antes de reiniciar el ascenso de unos 6 km más, tras el cual comienza un descenso de unos 10 km hasta la población de Triacastela, punto en el cual hay una bifurcación para ir hacia Sarria, vía San Xil (camino directo), o vía Samos, pasando por caseríos y por el pueblo donde está el monasterio. Esta segunda alternativa es la que les he recomendado a conocidos o compañeros del Camino, pues me parece mucho más agradable y bonita a pesar de tener un tramo un poco fastidioso por carretera (más que nada para los que van a pie), que luego se ve compensado con el hermoso sendero. 

Dado que hice el descenso desde Alto do Poio por carretera (teniendo un poco de consideración con mis manos, muñecas y antebrazos), logro llegar a Samos a una excelente hora, las 15:00, registrarme en el albergue que está en un lateral del monasterio y luego de la ducha y el lavado de ropa de rigor, comer y dar una vuelta por los alrededores, coincido con una chica francesa a la hora de la comida y, como ya conocía yo la localidad y ella quería sacar fotos, la llevé a un parque cercano donde se encuentra la Ermita del Ciprés. De repente encuentro a la pareja de catalanes con los que había viajado hasta Molinaseca y comentaron que su destino final de ese día sería Sarria, pero que estaban maravillados con el recorrido que les había recomendado para llegar a Samos. Posteriormente dejé a la chica francesa tomando fotos y me fui a hacer la visita del monasterio, un tanto recordada y "escasita", y aprovechar la misa de peregrinos de las 19:30, cena y ponto a dormir para la larga y exigente etapa del día siguiente. Como dato curioso de la visita al Monasterio está el hecho de que allí guardan una guía de peregrino en lenguaje Braille donde, a pesar de la luz existente, se aprecian los trazos de dicho lenguaje.

06:00 horas del día 02/09 y ya la mayoría de las personas en pie. Como ocurrió todos los días, todos los peregrinos se marcharon y solo quedaba yo preparando la bici y su equipaje. Así que mientras completaba mi actividad conversaba con los hospitaleros del monasterio (son voluntarios que deciden pasar sus vacaciones en los albergues de los peregrinos de manera totalmente voluntaria). Y uno de ellos me contó una historia que le ocurrió a su hija la vez que fue a hacer un trayecto del Camino, y que me gustaría compartir con ustedes. 

"Llegando a  la localidad de Zubiri (Navarra) se le dañaron sus botas de peregrina y le comentó a su padre que tendría que ir a una tienda a por otras antes de continuar. Su padre le dijo que no se preocupara por ello y que "mañana será otro día y todo se resolverá". A la mañana siguiente se calza las zapatillas de uso corriente que llevaba para andar por los pueblos y de pronto encuentra un par de botas totalmente nuevas en el camino. Pregunta en el albergue y a nadie le faltaban y nadie sabía de quién serían. Ante eso, decide probárselas y le calzan perfectamente. Llama a su padre, le cuenta lo ocurrido y le dice que continuará con ellas. Cuando llegó a la localidad donde tenía estipulado concluir su parte del Camino, decide dejar las botas junto a un puente por el que circulan los peregrinos, ya que no eran suyas y si a ella le sirvieron, a partir de ese momento le podrían ser útiles a otra persona. En el instante que deja las botas, dos personas extranjeras que están a su espalda, le dicen ZUBIRI, a lo que ella responde diciendo que allí las encontró y pregunta si las botas eran de ellos. Estas personas le comentaron que no eran suyas, que ellos las habían encontrado en algún lugar del pueblo y al no saber a quién pertenecían las dejaron en el lugar donde las encontró la chica".

El padre de la chica es una persona creyente, ha realizado el Camino de Santiago y, como les decía, en sus vacaciones va a colaborar en la red de albergues voluntarios para los peregrinos. 

Sobre las 8:30 a.m. me despido de los dos hospitaleros, personas muy amables, generosas y bondadosas, y me lanzo a la carretera en una mañana con 12° de temperatura y bastante neblina, por lo que utilizo el chaleco reflectante para hacerme más visible. Transito en solitario hasta Sarria en un trayecto sin mayor dificultad. Desde esta localidad hasta Portomarín ya el camino comienza a tener ascensos y descensos frecuentes, y consigo ir alternando con otro ciclista con quien nunca había coincidido. Quizás lo único destacable de este tramo fue el ver a una familia con dos hijos, uno de ellos en coche, realizando el camino desde Sarria a Santiago. Luego de rodar unos 33 km, alrededor de las 12:15 entramos en Portomarín, localidad final de etapa de muchos peregrinos de a pie, en la cual decido parar a tomar y comer algo y reponer energías para continuar en el turno de la tarde hasta Melide (40 km), localidad gallega muy conocida en el medio peregrino por su pulpo. Como nos habían comentado que nos sellarían la credencial en la iglesia a partir de las 13:00 horas, ese lapso de tiempo es perfecto para descansar.

 
Y para mi sorpresa, terminando de comer, veo que llega hasta la iglesia mi compañero Javier, de quien no había vuelto a saber desde Astorga, donde se lesionó. Me contó que al día siguiente se sintió bien y se "pegó un palizón" de casi 120 km entre Astorga y Triacastela (subida a O Cebreiro incluida) para "recuperar tiempo" y poder completar su recorrido antes de regresar a casa. Sin embargo, al día siguiente solo pudo ir de Triacastela a Sarria (27 km), por una avería y tuvo que pasar todo el día y la noche allí sin poder hacer nada, ya que era domingo. Por la mañana tuvo que cambiar la rueda, comprar una nueva (nada especial) y a media mañana comenzar a hacer kilómetros. Por eso coincidimos en Portomarín y decidimos hacer viaje en equipo hasta Melide, un trayecto con muchas subidas y bajadas que, indudablemente, se hicieron más fáciles en compañía. Recuerdo en algún tramo de bajada, donde Javier va muy rápido, haber visto cómo sus alforjas se movían cuales "orejas de Dumbo", y él tan tranquilo. Reconozco que mi inexperiencia en esos menesteres me hace ser mucho más cauto en los descensos, aunque he aprendido a "sentir" la bici y casi olvidar que se lleva equipaje atrás si está bien sujeto. 

 
Finalmente arribamos a Melide a eso de las 17:00 horas. Vimos una tienda de bicis y él se metió a ver si lograban repararle el disco del freno,  entretanto yo averiguaba donde estaba el restaurante del pulpo y los albergues. Entré al Restaurant Ezequiel (muy amplio, pero muy sencillito) a averiguar hasta qué hora servían, y al salir, una muchacha que terminaba de degustar su pulpo con el vino, me pregunta desde dónde venía. Me acerco a charlar un poco y terminamos bebiendo el fondo de la botella de vino que le habían servido (albariño de la casa). Al rato salgo a vigilar la bici y aún no aparece Javier, por lo que entro de nuevo, aunque él llega enseguida y se une a la conversación. Esta chica, Tatiana, estaba haciendo su camino a pie y le quedaban aún dos días para llegar a Santiago. Como a todos, ella también tenía algo que contar. Era la historia del bastón con el que caminaba, que en determinado momento se le cayó a un río y estaba muy difícil de rescatar por la presencia de ortigas en las márgenes del río, pero otro peregrino consiguió hacerlo y continuó con él. Luego nos despedimos porque ella aún quería andar unos kilómetros más esa tarde (terminó haciendo otros seis) y nosotros ir al albergue y luego a cenar en Ezequiel, donde coincidimos con otros dos ciclistas que Javier conocía. Fuen una amena cena tras la cual a descansar para la etapa final.

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