domingo, 29 de septiembre de 2013

Camino de Santiago 2013 - Etapas 1 y 2


Tras pasar la noche en Bayona, en una particular y especial vivienda, que para mi familia tiene gran significado, a las 06:00 a.m. ya en pie para desayunar y emprender camino a la estación ferroviaria y tomar el tren que me llevará con destino a San Juan Pie de Puerto durante aproximadamente 1,5 horas de recorrido en medio de vegetación y atractivos paisajes. Para el momento en que se cierran las puertas y el tren se pone en marcha solamente dos pasajeros vamos en él; curiosamente, ambos al mismo destino pero, por deducción visual, con intenciones diferentes, ya que el otro pasajero va sin más equipaje que lo que lleva puesto.

Sobre las 09:30 horas del sábado 24 bajo en la estación de San Juan Pie de Puerto, donde casi tengo que pedir permiso a las decenas de pasajeros que querían entrar al tren, entiendo que para regresar a Bayona. Casi la totalidad venían de hacer el Camino de Santiago, por las vestimentas, mochilas, bicis y la famosa concha del peregrino. Acto seguido, comienzo la rutina de montaje de equipaje en la bici. Al terminar emprendo camino hacia la oficina de peregrinos del Camino de Santiago, donde unos pocos aún están allí para obtener sus credenciales o, como mi caso, para sellarlas y quedar registrados como punto de inicio del camino. 

 
A la salida de la oficina, dos italianos ataviados de ciclistas me consultan sobre cuál de las dos rutas hacia Roncesvalles les aconsejo: la suave o la fuerte. Respondo que solo conozco una, la fuerte, por haberla transitado a pie en 2009, por la que, además, me había propuesto el reto de subir en bici. Obviamente, no iba a transmitir ciertos temores o dudas interiores por lo exigente de ese trazado. Si bien mi aspiración era conseguir algún ciclista que iniciara su andadura a esa hora para poder "seguirlo" o para ir acompañado, no esperaba que estos dos italianos, Marco y Michele, me dijeran, tras mi comentario: "Entonces te seguiremos". Se despidieron de tres amigas que se unirían a su expedición en Roncesvalles y sobre las 10:30 a.m. emprendimos camino, no sin antes tomar las fotos de rigor en el puente de salida de San Juan Pie de Puerto, desde donde ya se divisaba la primera cuesta, como para ir acostumbrándonos. 
 
 
Pero justo antes de comenzar empieza a lloviznar, por lo que hay que proteger las alforjas y sacar el chubasquero. 
 

Unos primeros 2 o 3 km con cuestas difíciles, pero que se podían hacer, y luego unos planos o falsos llanos en los cuales tomar aire, hacían generar optimismo en cuanto al resto de la etapa. Poco duró ese optimismo al aparecer la primera rampa de más de 20% de inclinación, que logramos solventar con plato pequeño y piñón más grande (haciendo lo que acá denominan "molinete"), y subiendo en zig zag para intentar suavizar el efecto de la subida. Un pequeño y favorable cambio de pendiente hace que cambie de relación, pero pronto llegaría la siguiente cuesta, en la cual no logro volver a la relación de cambios anterior, y para no caerme me veo obligado a poner pie a tierra. Pero en pendientes de esa magnitud hay que estar muy práctico y entrenado para volver a retomar el pedaleo. No era mi caso. Debí empujar la bici, con sus más o menos 11 kg de equipaje (ropa, repuestos, herramientas, etc., etc.), hasta encontrar un pequeño y más o menos ancho llano donde poder volver a montarme en la bici y encajar los pies en los pedales para continuar la subida. Esto fue más o menos durante 1 a 1,5 km. El refugio que yo recordaba como primer punto de descanso y para tomar bebidas o café estaba en el km 7,7; es decir, lo tenía a unos 4 km de distancia. Parecía una eternidad y apenas estaba empezando el camino. ¿En qué disparatada locura me había involucrado? Con razón esa cuesta me quitó el sueño las noches previas. 

Armado de paciencia, tomar aire, empujar sin importar lo que tardara y la voluntad de que con el paso de los km mejorarían las cosas, seguí adelante y finalmente consigo llegar al Refugio Orisson (km 7,7) tras hora y media después de haber comenzado. En 7,7 km habíamos ascendido ya casi 700 metros de desnivel, pero habíamos tenido varios kilómetros más o menos suaves. Los dos italianos tenían rato allí, aunque eso me daba igual. Había conseguido ese primer triunfo moral, aunque restaban 13 km de ascenso antes de comenzar a bajar hacia Roncesvalles. 

Tras tomar café, un trozo de torta y una coca cola light (por la dosis de azúcar) reemprendemos la marcha. Un par de zonas con pendientes algo fuertes pero ya no tanto como las primeras, el terreno se mantiene como más uniforme, pero deja su marca en las piernas por lo prolongado del trayecto.
 

Sin embargo, consigo establecer un ritmito constante, sereno, pausado, donde la prisa no existe y así voy subiendo kilómetro a kilómetro e, incluso, dejando un poco mas atrás a Marco y a Michele. Michele opta por ir junto a su amigo, a pesar de que las diferencias ciclistas entre ambos eran bastante notorias, se notaba que Michele es una persona que habitualmente sale en bici y hace muchos kilómetros.


Llego al Alto de Bentartea (más o menos km 11), una amplia explanada de hermosas vistas sobre la cual está una imagen de la Virgen que suele ser punto de parada de los peregrinos. En ese momento me doy cuenta que en el refugio Orisson me había dejado los dos bidones de líquido que llevaba en la bici, con lo cual estaba si abastecimiento de líquidos. Pero en la explanada estaban dos furgonetas de apoyo de un grupo de peregrinos (les llevan los equipajes y los acompañan durante el camino con bebidas y comidas), y al comentarles lo que me había sucedido me ceden una botella de 0,75 litros de agua, con la cual poder seguir el recorrido y tener en qué recargar en las fuentes que se suelen encontrar. Nuevamente los tres seguimos adelante hasta el km 14, donde se termina la carretera por donde veníamos ascendiendo y comienzan los senderos del Camino de Santiago; unos primeros 500 metros rodando sobre césped hasta que aparece una fuerte pendiente llena de pedruscos que me hacen bajar y empujar de nuevo durante unos 200 metros más o menos. 

A partir de allí ya el camino se hace más llevadero. Aún nos quedaría un repecho importante (km 18) lleno de baches y piedras, pero el resto del camino con bastante atractivo hasta Roncesvalles, a donde llegamos aproximadamente a las 15:00.
 
Sellar credencial y decidir qué hacer. Las amigas de Marco y Michele no estaban allí sino en Pamplona, por lo que la opción de ellos fue ir hasta Pamplona, pero no por el camino sino por la carretera, pues se demoraría menos. Tras un tentempié de tortilla, coca cola y café, les dije que me apuntaba a ir con ellos. Nos separaban unos 40 km de Pamplona y con lloviznas cada cierto tiempo. 

El camino de Santiago por senderos hasta Pamplona es bastante exigente, menos que hasta Roncesvalles, pero tiene lo suyo. Sin embargo, el tramo por carretera, con llovizna, no es precisamente un camino sencillo; hay muchos desniveles, cambios de rasante que obligan a exigirse, más aún con el desgaste que ya traíamos encima. Pero poco a poco, con calma, terminamos entrando en Pamplona a las 18:30 horas, pasamos por el paseo Carlos III, fotos junto a la escultura homenaje a los encierros (frente a la Farmacia Irujo), paso frente a la Diputación, Plaza del Castillo y transito hasta la zona amurallada, donde en una terraza esperaban las tres amigas de los italianos tomandose ellas unos martinis. Allí nos incorporamos y nos tomamos una jarra de cerveza cada uno.

 
Tras el descanso y relatar a las chicas las peripecias dle día nos separamos y me fui a localizar el albergue. El que tenía previsto (Jesús y María) estaba lleno pero me refirieron a otro que estaba bien (Casa Ibarrola), junto a la Puerta de Francia. Ya a esa hora refrescaba en Pamplona y tenía que quitarme la ropa mojada y ducharme porque había quedado con un primo nuestro para tomar unos vinitos y tapas.  Excelente atención por el encargado del albergue y el lugar espacioso, cómodo y aparentemente tranquilo.

Ya sobre las 11:30 de la noche caigo dormido, pero un rato después me despierto por la multiplicidad de sonidos del albergue, muchos ya "normales" (entiéndase ronquidos), pero hubo unos adicionales producidos por unos chavales alemanes que decidieron tener relaciones esa noche en el albergue, eso sí, casi acompasando sus gemidos con el ritmo de los ronquidos. Menos mal que no duraron toda la noche – ni la f......... ni los ronquidos.  Por la mañana el hospitalero me preguntó qué tal había descansado, le eché el cuento y mientras limpiaba otras literas se encontró el preservativo que habían utilizado, con lo cual profirió una exclamación que casi debió oírse por toda Pamplona. 

 
Pero un buen desayuno y ánimos renovados hicieron que por la mañana, alrededor de las 10 a.m. estuviera ya rodando hacia un nuevo destino. En el camino de la segunda etapa una nueva cuesta de cierta dificultad, sobre todo por las piedras sueltas y la inclinación, se presenta bastante temprano, aunque sería prácticamente el único punto difícil de ese día: El Alto del Perdón. Con algún tramo empujando la bici, al fin llego a la cima justo por detrás del equipo italiano, al cual ya las mujeres se habían incorporado. Un rato de esparcimiento y recuperación arriba y decidimos bajar por la carretera, ya que el sendero peregrino es bastante complicado. Era, más bien, para ciclistas muy técnicos u osados, que no es mi caso. 


Al detenerme a tomar unas fotos el "team italiano" se me fue por lo que el descenso por la carretera lo hice en solitario pasando primero por Uterga, luego Muruzábal llegando hasta el pueblo de Obanos.A partir de allí retomo el sendero hasta Puente La Reina (14:00 horas), donde decido hacer una parada para comer algo junto al puente y, de paso, dilucidar cuál sería el destino final del día. A las 15:00 decido continuar hasta Estella por estar a "apenas" 22 km que, suponía yo, me tomarían unas 2,5 horas.
 
 
Pero en "El Camino" nada se puede dar por hecho con anticipación aunque está bien hacer estimaciones pero dejando siempre márgen d emaniobra a los imprevistos. Unos pocos kilómetros después de salir de Puente La Reina me encuentro con un par de cuestas inesperadas (o no recordadas), una antes de entrar en Cirauqí y otra de piedras y baches (alucinante) en el descenso saliendo de este pueblo hacen que comience a sentir el cansancio acumulado. Luego de pasar por Lorca y Villatuerta me planteo la opción de finalizar etapa en Estella después de rodar "apenas" 46 kilómetros, pero la exigencia del primer día está "pasando factura". Llego a Estella sobre las 18:30 y busco parar en el primer albergue que encontré donde, para mi fortuna, quedaba SOLO UNA CAMA DISPONIBLE. Era para mí... 

Tras baño, lavado de ropa, mercado para cenar y recuperarme un rato, durante la cena entablo conversación con un señor que había venido de Venezuela con su hijo expresamente a hacer el Camino de Santiago andando. Tras escucharles hablar fuen inevitable entablar conversación y tras mencionar nuestros nombres fuimos atando cabos y resultó que teníamos parientes en común con una tía de mi padre que a su vez era tía suya, él por parte del padre de su tía y nosotros por parte d ela madre. ¡Vaya lugares donde se puede encontrar - y conocer - gente!

El albergue municipal de Estella está bien. Es amplio, cómodo y, la verdad sea dicha, se respiraba un gran ambiente de camaradería entre todos los allí hospedados. Tuve un muy breve contacto inicial con otros de los ciclistas que pararon allí y con quienes más adelante coincidiría en otras etapas.

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