Tras pasar la noche en Bayona, en una particular
y especial vivienda, que para mi familia tiene gran significado, a las 06:00 a.m. ya en pie para desayunar y emprender
camino a la estación ferroviaria y tomar el tren que me llevará con destino a
San Juan Pie de Puerto durante aproximadamente 1,5 horas de recorrido en medio de
vegetación y atractivos paisajes. Para el momento en que se cierran las puertas
y el tren se pone en marcha solamente dos pasajeros vamos en él; curiosamente,
ambos al mismo destino pero, por deducción visual, con intenciones diferentes,
ya que el otro pasajero va sin más equipaje que lo que lleva puesto.
Sobre las 09:30 horas del sábado 24 bajo en la estación de San Juan Pie de
Puerto, donde casi tengo que pedir permiso a las decenas de pasajeros que
querían entrar al tren, entiendo que para regresar a Bayona. Casi la totalidad venían
de hacer el Camino de Santiago, por las vestimentas, mochilas, bicis y la
famosa concha del peregrino. Acto seguido, comienzo la rutina de montaje de
equipaje en la bici. Al terminar emprendo camino hacia la oficina de peregrinos
del Camino de Santiago, donde unos pocos aún están allí para obtener sus
credenciales o, como mi caso, para sellarlas y quedar registrados como punto de
inicio del camino.
A la salida de la oficina, dos italianos
ataviados de ciclistas me consultan sobre cuál de las dos rutas hacia
Roncesvalles les aconsejo: la suave o la fuerte. Respondo que solo conozco una,
la fuerte, por haberla transitado a pie en 2009, por la que, además, me había
propuesto el reto de subir en bici. Obviamente, no iba a transmitir ciertos
temores o dudas interiores por lo exigente de ese trazado. Si bien mi
aspiración era conseguir algún ciclista que iniciara su andadura a esa hora para
poder "seguirlo" o para ir acompañado, no esperaba que estos dos
italianos, Marco y Michele, me dijeran, tras mi comentario: "Entonces
te seguiremos". Se despidieron de tres amigas que se unirían a su
expedición en Roncesvalles y sobre las 10:30 a.m. emprendimos camino, no sin
antes tomar las fotos de rigor en el puente de salida de San Juan Pie de
Puerto, desde donde ya se divisaba la primera cuesta, como para ir acostumbrándonos.
Pero justo antes de comenzar empieza a lloviznar,
por lo que hay que proteger las alforjas y sacar el chubasquero.
Unos primeros 2 o 3 km con cuestas difíciles,
pero que se podían hacer, y luego unos planos o falsos llanos en los cuales
tomar aire, hacían generar optimismo en cuanto al resto de la etapa. Poco duró
ese optimismo al aparecer la primera rampa de más de 20% de inclinación,
que logramos solventar con plato pequeño y piñón más grande (haciendo lo que
acá denominan "molinete"), y subiendo en zig zag para
intentar suavizar el efecto de la subida. Un pequeño y favorable cambio de
pendiente hace que cambie de relación, pero pronto llegaría la siguiente cuesta,
en la cual no logro volver a la relación de cambios anterior, y para no caerme
me veo obligado a poner pie a tierra. Pero en pendientes de esa magnitud hay
que estar muy práctico y entrenado para volver a retomar el pedaleo. No era mi
caso. Debí empujar la bici, con sus más o menos 11 kg de equipaje (ropa,
repuestos, herramientas, etc., etc.), hasta encontrar un pequeño y más o menos
ancho llano donde poder volver a montarme en la bici y encajar los pies en los
pedales para continuar la subida. Esto fue más o menos durante 1 a 1,5 km. El
refugio que yo recordaba como primer punto de descanso y para tomar bebidas o café
estaba en el km 7,7; es decir, lo tenía a unos 4 km de distancia. Parecía una
eternidad y apenas estaba empezando el camino. ¿En qué disparatada locura me
había involucrado? Con razón esa cuesta me quitó el sueño las noches previas.
Armado de paciencia, tomar aire, empujar sin
importar lo que tardara y la voluntad de que con el paso de los km mejorarían
las cosas, seguí adelante y finalmente consigo llegar al Refugio Orisson (km
7,7) tras hora y media después de haber comenzado. En 7,7 km habíamos ascendido
ya casi 700 metros de desnivel, pero habíamos tenido varios kilómetros más o
menos suaves. Los dos italianos tenían rato allí, aunque eso me daba
igual. Había conseguido ese primer triunfo moral, aunque restaban 13 km de
ascenso antes de comenzar a bajar hacia Roncesvalles.
Tras tomar café, un trozo de torta y una coca
cola light (por la dosis de azúcar) reemprendemos la marcha. Un par de zonas
con pendientes algo fuertes pero ya no tanto como las primeras, el terreno se
mantiene como más uniforme, pero deja su marca en las piernas por lo prolongado
del trayecto.
Llego al Alto de Bentartea (más o menos km 11), una amplia explanada de hermosas vistas sobre la cual está una imagen de la Virgen que suele ser punto de parada de los peregrinos. En ese momento me doy cuenta que en el refugio Orisson me había dejado los dos bidones de líquido que llevaba en la bici, con lo cual estaba si abastecimiento de líquidos. Pero en la explanada estaban dos furgonetas de apoyo de un grupo de peregrinos (les llevan los equipajes y los acompañan durante el camino con bebidas y comidas), y al comentarles lo que me había sucedido me ceden una botella de 0,75 litros de agua, con la cual poder seguir el recorrido y tener en qué recargar en las fuentes que se suelen encontrar. Nuevamente los tres seguimos adelante hasta el km 14, donde se termina la carretera por donde veníamos ascendiendo y comienzan los senderos del Camino de Santiago; unos primeros 500 metros rodando sobre césped hasta que aparece una fuerte pendiente llena de pedruscos que me hacen bajar y empujar de nuevo durante unos 200 metros más o menos.
A partir de allí ya el camino se hace más
llevadero. Aún nos quedaría un repecho importante (km 18) lleno de baches y
piedras, pero el resto del camino con bastante atractivo hasta Roncesvalles, a donde
llegamos aproximadamente a las 15:00.
Sellar credencial y decidir qué hacer.
Las amigas de Marco y Michele no estaban allí sino en Pamplona, por lo que la
opción de ellos fue ir hasta Pamplona, pero no por el camino sino por la
carretera, pues se demoraría menos. Tras un tentempié de tortilla, coca cola y café,
les dije que me apuntaba a ir con ellos. Nos separaban unos 40 km de Pamplona y
con lloviznas cada cierto tiempo.
El camino de Santiago por senderos hasta
Pamplona es bastante exigente, menos que hasta Roncesvalles, pero tiene lo
suyo. Sin embargo, el tramo por carretera, con llovizna, no es precisamente un
camino sencillo; hay muchos desniveles, cambios de rasante que obligan a
exigirse, más aún con el desgaste que ya traíamos encima. Pero poco a poco, con
calma, terminamos entrando en Pamplona a las 18:30 horas, pasamos por el paseo
Carlos III, fotos junto a la escultura homenaje a los encierros (frente a la
Farmacia Irujo), paso frente a la Diputación, Plaza del Castillo y transito
hasta la zona amurallada, donde en una terraza esperaban las tres amigas de los
italianos tomandose ellas unos martinis. Allí nos incorporamos y nos tomamos una jarra de cerveza cada uno.
Tras el descanso y relatar a las chicas las peripecias dle día nos separamos y me fui a localizar
el albergue. El que tenía previsto (Jesús y María) estaba lleno pero me refirieron a otro que estaba bien (Casa Ibarrola), junto a la Puerta de Francia. Ya a esa hora refrescaba en Pamplona y tenía que quitarme la ropa mojada y ducharme porque había quedado con un primo nuestro para tomar unos vinitos y tapas. Excelente atención por el encargado del albergue y el lugar espacioso, cómodo y aparentemente tranquilo.
Ya sobre las 11:30 de la noche caigo dormido,
pero un rato después me despierto por la multiplicidad de sonidos del albergue,
muchos ya "normales" (entiéndase ronquidos), pero hubo unos
adicionales producidos por unos chavales alemanes que decidieron tener relaciones esa noche en el albergue,
eso sí, casi acompasando sus gemidos con el ritmo de los ronquidos. Menos mal
que no duraron toda la noche – ni la f......... ni los ronquidos. Por
la mañana el hospitalero me preguntó qué tal había descansado, le eché el
cuento y mientras limpiaba otras literas se encontró el preservativo que habían
utilizado, con lo cual profirió una exclamación que casi debió oírse por toda
Pamplona.
Pero un buen desayuno y ánimos renovados
hicieron que por la mañana, alrededor de las 10 a.m. estuviera ya rodando hacia
un nuevo destino. En el camino de la segunda etapa una nueva cuesta de cierta
dificultad, sobre todo por las piedras sueltas y la inclinación, se presenta
bastante temprano, aunque sería prácticamente el único punto difícil de ese
día: El Alto del Perdón. Con algún tramo empujando la bici, al fin llego a la
cima justo por detrás del equipo italiano, al cual ya las mujeres se habían
incorporado. Un rato de esparcimiento y recuperación arriba y decidimos bajar
por la carretera, ya que el sendero peregrino es bastante complicado. Era, más
bien, para ciclistas muy técnicos u osados, que no es mi caso.
Al detenerme a tomar unas fotos el "team italiano" se me fue por lo que el descenso por la carretera lo hice en solitario pasando primero por Uterga, luego Muruzábal llegando hasta el pueblo
de Obanos.A partir de allí retomo el sendero hasta Puente La Reina (14:00 horas),
donde decido hacer una parada para comer algo junto al puente y, de paso,
dilucidar cuál sería el destino final del día. A las 15:00 decido continuar
hasta Estella por estar a "apenas" 22 km que, suponía yo, me tomarían
unas 2,5 horas.
Pero en "El Camino" nada se puede dar por hecho con anticipación aunque está bien hacer estimaciones pero dejando siempre márgen d emaniobra a los imprevistos. Unos pocos kilómetros después de salir de Puente La Reina me encuentro con un par de cuestas inesperadas (o no recordadas),
una antes de entrar en Cirauqí y otra de piedras y baches (alucinante) en el descenso saliendo de este pueblo hacen que comience a sentir el cansancio
acumulado. Luego de pasar por Lorca y Villatuerta me planteo la opción de finalizar etapa en Estella después de rodar "apenas" 46 kilómetros, pero la exigencia del primer día está "pasando factura". Llego a Estella sobre las 18:30 y busco parar en el
primer albergue que encontré donde, para mi fortuna, quedaba SOLO UNA CAMA
DISPONIBLE. Era para mí...
Tras baño, lavado de ropa, mercado para cenar y
recuperarme un rato, durante la cena entablo conversación con un señor que había venido de Venezuela con su hijo expresamente a hacer el Camino de Santiago andando. Tras escucharles hablar fuen inevitable entablar conversación y tras mencionar nuestros nombres fuimos atando cabos y resultó que teníamos parientes en común con una tía de mi padre que a su vez era tía suya, él por parte del padre de su tía y nosotros por parte d ela madre. ¡Vaya
lugares donde se puede encontrar - y conocer - gente!
El albergue municipal de Estella está bien. Es amplio,
cómodo y, la verdad sea dicha, se respiraba un gran ambiente de camaradería
entre todos los allí hospedados. Tuve un muy breve contacto inicial con otros
de los ciclistas que pararon allí y con quienes más adelante
coincidiría en otras etapas.
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