sábado, 28 de septiembre de 2013

Camino de Santiago 2013 - Etapas 7 y 8


Luego de haber rodado 244 km en los últimos tres días y habiendo solventado el problema de la rueda delantera de la bici, el cuerpo pidió un descanso largo y profundo, así que a eso de las 21:30 horas del día 29/08 ya estaba durmiendo, o al menos intentándolo. Duermo a ratos pues una tos seca e incómoda ha hecho su aparición, en especial por la noche. Busco taparme la boca al toser y así evitar molestar a los otros peregrinos que descansan en el albergue. Una botella de líquido también es compañera de cama para mantener húmeda la garganta. Sin embargo, de alguna manera, en los ratos que duermo consigo hacerlo a profundidad y logro parte del descanso necesario.

Ya a las 06:30 del día 30/08 estoy en pie para comenzar la rutina. Me voy a la cocina-comedor a desayunar y revisar el perfil de etapa inicial de ese día. Como en las anteriores, sé de dónde salía, tenía posibles destinos y según avanzara y las sensaciones físicas existentes decidiría el punto final de la etapa. La altimetría no lucía complicada. Tenía algunas subidas y bajadas pero, al parecer, nada especialmente duro. Poblados entre 7 y 12 km de distancia entre ellos no suponían preocupación alguna, más allá de mantener siempre los bidones de líquidos cargados por alguna eventualidad. La climatología seguía siendo nuestro más fiel ayudante con mañanas frescas y soleadas, por lo que el desgaste físico y la sudoración eran menores que en días calurosos.

Durante los preparativos, mi amigo Javier me comenta que su objetivo ese día era llegar hasta Astorga porque tiene que regresar en un día determinado, y haciendo etapas largas podrá completar el recorrido. Recuerdo haberle comentado que era un tirón largo pues implicaba 100 km, aunque sin demasiada dificultad o exigencia en la ruta. Le comenté que quizás pararía en Hospital de Órbigo, pues fue el primer albergue donde estuve con mis primeros compañeros de Camino en septiembre de 2007 tras una durísima etapa a pie de casi 33 km desde León. Esta afirmación también implicaba que entraría de nuevo en "terreno conocido", pues realicé mi primera incursión en el Camino de Santiago entre León y Santiago en 2007. Por lo tanto, nos deseamos el acostumbrado BUEN CAMINO y él se marcha. Quizás volvamos a coincidir en algún sitio.

Toda previsión realizada con el pensamiento o la palabra está bien en su intención, pero lo que realmente vale es lo que las piernas digan, pues son ellas quienes realizarán el mayor esfuerzo para cubrir todos los trayectos.

Habiendo alistado la bici y presto para partir, me quedo un rato contemplando las cuatro figuras que estaban en la valla del albergue, y que contienen escrito algo que creo es parte de la filosofía del Camino: Camino místico, Camino de Fraternidad, Camino interior y Camino de Sabiduría. Cien, doscientos, trescientos cincuenta, seiscientos.    
No importa la cantidad de kilómetros que cada persona realice, tendrá bastante tiempo para reflexionar sobre sus motivaciones, su vida, sus actividades, sus gustos, sus creencias y también para los aprendizajes que se manifestarán de diferentes maneras. 

A las 09:00 horas me pongo en marcha, con calma, como calentando músculos. No hay prisa alguna y hay que disfrutar de lo que ese día nos pueda deparar. A la salida de Sahagún observo a un peregrino que dormía en un banco de una plaza metido en su saco de dormir y su mochila amarrada al banco. Sobre las 10:00 a.m., rodando cómodamente, de pronto aminoro la velocidad pues el camino está bloqueado y hay que parar. Toda la vía la ocupaban unos pastores (hombres y mujeres) que pasaban con sus ovejas.
Si bien ellos me indicaban que pasara por un ladito, les comenté que prefería esperar a que ellos lo hicieran, porque, de paso, me resultaban refrescantes y reconfortantes momentos como ese 
No tenía ningún apuro y me sentó muy bien compartir unos instantes con los pastores. Unos kilómetros más adelante veo a alguien que pernoctaba en el campo en una tienda de campaña. Luego no hubo nada especialmente interesante más que seguir transitando por los senderos y pasando uno tras otro los kilómetros en medio de las zonas de cultivo de Castilla y León. Es quizás por eso por lo que esa suele ser la parte más compleja del Camino, ya que sus paisajes no son tan coloridos como los de otras comunidades autónomas que se atraviesan, e incluso la arbolada es escasa, en especial para los caminantes. 


Casi sin darme cuenta, poco antes de las 13:00 horas ya estoy en León (55 km), y al llegar a la Catedral me encuentro a Javier, que había tenido una pequeña dificultad por el camino, pero ya estaba presto para salir hacia Astorga. Tomar unas fotos, sellar la credencial y buscar un sitio tranquilo y a la sombra para comer, fueron mis siguientes movimientos. A nada que se aleje uno un poco de la zona "turística", los precios de la comida ya son algo menores. Sobre las 15:00 me dispongo a salir de León y sobre la ruta encuentro a otro bicigrino un poco despistado con la salida de la ciudad, aunque llevaba instalado un GPS con las indicaciones de la ruta a realizar. 

La ruta desde León tiene dos variantes, una que va aledaña a la carretera nacional y otra que se desvía campo adentro. En 2007 tomamos la decisión de ir por esa vía campo adentro, y aunque lo pasamos bien conociéndonos un poco los cinco que inicialmente formamos grupo, se nos hizo absolutamente interminable por las larguísimas rectas, un sol inclemente y la falta de árboles donde refugiarnos hasta llegar a Hospital de Órbigo. Recordando eso opté por tomar la vía adyacente a la carretera nacional y se lo comenté al colega que recién había encontrado, pero este me dijo que se iría por la variante. Le deseé suerte y seguí mi vía. 

Pocos segundos después paro y decido llamar a uno de mis compañeros de aquella aventura prácticamente en el lugar donde nos conocimos seis años atrás, y donde compartimos más de 300 km de esa aventura a pie durante doce días, y con quien estuve en el Camino de nuevo en 2009 otros 12 días. Él no me podía atender y quedamos en hablar por la noche como efectivamente hicimos y rememoramos esa excelente experiencia. Difícil expresar la sensación de ese momento. 


A partir de allí, poco que relatar durante el Camino hasta que a las 17:00 entro en Hospital de Órbigo y vuelven los recuerdos. Decido llegar hasta el albergue donde nos habían dado un trato de lujo, sello la credencial, me permiten recargar los bidones con agua fresca y salgo a pensar en qué hacer. Ya llevaba 87 km, pero me sentía bien, todavía quedaba mucho tiempo de luz natural y decidí seguir hasta Astorga, con lo cual me quitaría 16 km del día siguiente, día en que tocarían de nuevo etapas exigentes. Había que aprovechar las zonas llanas para rodar lo más posible sin castigar ni exigirle mucho a la musculatura. Me pongo en marcha y en una hora y cuarto ya estaba en Astorga, donde rápidamente busco el albergue municipal en el que también había estado en 2007. 

Una vez hecho el registro y mientras trasladaba las alforjas desde el párking de bici hasta mi cama, subir y bajar 3 pisos, encuentro a Javier que recién estaba llegando a Astorga. Al principio no entendí, pues él iba más rápido y más adelante que yo, pero se había caído, se había hecho daño en la rodilla y después de mucho rato y de tomar una medicina, prosiguió su marcha hasta Astorga. A esa hora no se sentía bien y comentó que por la mañana decidiría si continuaba o daba por terminado el Camino en esa ciudad. Tras duchas y mercado, disfruto una cena tranquila en la terraza del albergue contemplando las hermoss vistas que el atardecer ofrecía de esa parte de la ciudad. Son momentos de calma y de interiorizar lo que ha sido esto hasta ahora y lo que falta.


El día 31/08, como casi todos los días, a las 06:30 ya en pie para desayuno y revisión del día. Tocará el ascenso a la Cruz de Ferro, Manjarín, las Antenas y luego una larga bajada de unos 12 a 13 km. Luego de unos 5 km llanos saliendo de Astorga el camino comienza a tomar inclinación y opto por realizar el ascenso por la carretera, habida cuenta de que el sendero y la carretera estaban casi juntas la mayor parte del trayecto y, en esos casos, prefiero no estar pidiendo paso a los peregrinos de a pie. Así que a poner un desarrollo cómodo y a mantener una cadencia de pedaleo que permita resolver los primeros 15 km de ascenso constante antes de que la pendiente se pronuncie aún más para los siguientes 7 km hasta la Cruz de Ferro. Luego tendríamos un pequeño descenso y otra vez a subir hasta las Antenas. 



La Cruz de Ferro es un lugar tradicional para los peregrinos, en primer lugar por la exigencia física que implica llegar, luego por la tradición de depositar allí una piedra traída desde el lugar donde se ha iniciado el Camino. 

Luego de llegar a las Antenas el descenso por el sendero ya de por sí es complicado para ir a pie. Algunos ciclistas lo hacen por allí, pero reconozco que soy de los que tomó la previsión de bajar por la carretera. Conmigo, una pareja de ciclistas catalanes optan también por bajar por la carretera con las precauciones del caso y con la fortuna de un día soleado y pavimento seco. Pasamos por El Acebo, bonito poblado de casas de piedra y tejados de pizarra, y proseguimos el descenso hasta Molinaseca, otro pueblo de grata recordación por lo bonito y fresco del lugar. Allí mis compañeros de descenso deciden continuar y yo paro a comer, a reponer líquido e incluso a darme un baño en el río que, con su agua fría, activaba la circulación y la musculatura después de los 46 km que ya para ese momento llevaba. 

 
Tras meditarlo y sabiendo que si bien el trayecto sería bonito, pero también con cierta exigencia por la distancia, a las 15:00 me pongo en marcha para ir hasta Villafranca del Bierzo y 30 km de por medio. Una rápida rodada hasta Ponferrada aunque luego me pierdo al intentar salir de esta ciudad,  gracias a indicaciones de los lugareños retorno al Camino tras más de 1/2 hora rodando sin estar seguro de hacia dónde.

Pronto los senderos entre viñedos me permiten recuperar el entusiasmo y hacen atractivo el viaje en el que, ya esa tarde, sí comienza a notarse más calor, más aún con el sol de frente. Con sensación de cansancio, finalmente entro en Villafranca a las 18:30 horas, directo al albergue y a la rutina de baño, lavado de ropa y mercadito para cena y desayuno. La tarde está agradable, en la plaza mayor hay concentración de moteros (tampoco se requerían muchos para llenar la plaza), por lo que un paseíllo antes de cenar siempre está bien.  La climatología se presta para un paseo contemplando bonitas y reconfortantes vistas de esta pequeña pero muy agradable localidad de la comarca de El Bierzo en lal provincia de León.

 
Tras el paseo ya comenzaba a sentir el cansancio de la jornada así que debía dormir temprano pues el día siguiente (etapa 9) sería un día duro con la subida a O Cebreiro y al Alto do Poio, y un destino final previsto en el Monasterio de Samos.

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